lunes, 26 de enero de 2015

Surrealismo a finales de S.XX Parte I - República Checa

Si hay algún país donde el surrealismo arraigó de una forma más estable, esa es la República Checa. Por algún motivo, algunos de los países que conformaban la europa soviética del pacto de Varsovia fueron especialmente prolíficos en este tipo de arte. no voy a entrar en las razones que lo produjeron, sencillamente quiero hacer un recorrido por alguno de sus autores, que han sido durante décadas joyas ocultas que afortunadamente están recibiendo una justificada segunda época dorada.

De entrada la editorial Pepitas.net ha publicado un libro sobre mi querido cineasta Jan Svankmajer, que los Segovianos pudieron disfrutar en persona gracias al ciclo que le dedicó la excelente labor que está haciendo Eliseo y su MUCES. un excelente comienzo para una obra donde la provocación lo subversivo se esconden bajo las propuestas del autor. Una de las cosas que más me sorprendió de sus animaciones, es la capacidad de dar vida a objetos cotidianos, de transformarlos en favor de una representación teatral, y de lo grotesco que podía resultar. Sus obras largas en cambio, hace gala de un excelente uso de la subversión y las imágenes surrealistas, que nos hacen reflexionar a cerca de nuestras ideas preconcebidas sobre la vida. Es un autor que tienes que descubrir!

[…] Traspasadas las puertas de un nuevo siglo que se anuncia estupefaciente, sedante y peligrosamente homogeneizador, el cine de Švankmajer ofrece una lección única, una iluminación con que alumbrar los oscuros milenios venideros: la necesidad de que el espectador despierte y asuma su propio trabajo, su propia entidad creadora, manipulando selectiva y ritualmente los elementos de la creación cinematográfica (y por extensión artística) que se le ofrecen, para articular así su propio dominio de los materiales con que el cine y los medios tantas veces pretenden dominarle. La creación de un espacio en el que la naturaleza del cine se rebela (y revela), por intermedio del propio espectador, para transformarse en «otra cosa»: en mitología, en viaje, en memoria táctil, en brujería, en sueño, en magia, en archivo akásico de una civilización quizá moribunda. Si el espectador (más aún el que osadamente se erige en crítico) no toma conciencia como Artista y no controla y manipula el material que se le ofrece, este material le controlará y manipulará siempre, convirtiéndole en pelele de un mundo feliz. Si, por el contrario, es capaz de reaccionar y elevar su sentido de la visión, su condición de testigo y espectador, hasta equipararse con la del creador o creadores que le ofrecen sus obras, habrá despertado. Será un conspirador del placer. Y, como tal, habrá de asumir el riesgo. Los sueños son siempre algo más que sueños.
[Extracto de la introducción de Jesús Palacios]



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